<![CDATA[17 - blog]]>Mon, 29 May 2023 15:26:15 -0700Weebly<![CDATA[Recuerdo cuando era pequeña]]>Fri, 06 Apr 2018 08:52:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/recuerdo-cuando-era-pequena



Recuerdo cuando era pequeña. Aquellas sobremesas largas en los restaurantes cuando era invierno. Cuando llovía a cántaros y no te dejaban salir a jugar al acabar de comer. Recuerdo escuchar a los mayores como un ronroneo en mi cabeza . Esas conversaciones cansinas y agotadoras sobre temas tan trascendentales o tan intrascendentes como se quisieran ver. Esas conversaciones que me aburrían hasta morir. Recuerdo pensar : “A ver si acaban ya y nos vamos a otro sitio, que me aburro”.

Pero había días diferentes. Había días en los que te sentabas en una mesa y te encontrabas un plato así. Pequeños detalles que hacía que todo cambiara. Y me podía  tirar tres horas mirándolo . Cada trazo. Cada color . Cada pequeño rincón de aquel paisaje . Y me imaginaba que me metía ahí dentro. Como una Alícia en su país de las maravillas. Y me quedaba allí a vivir. En aquella casa. Con su molino. Cerca de ese bosque. Al lado de ese río. Sin ir al colegio. Feliz para siempre.

El otro día me pusieron este plato para cenar. Y me quedé ahí trabada . Imposible salir de ese lugar imaginado alguna vez por alguien . Y por un momento todos aquellos recuerdos de entonces se agolparon en mi memoria. Y pasé de las conversaciones. Lo reconozco . Me sonaba todo a murmullo espeso. A palabras lejanas. Sólo quería meterme en ese plato . Y vivir ahí . Para siempre . Como aquella niña que fui. Como aquella niña que soy. Como aquella niña que siempre seré. Recuerdo cuando era pequeña.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)


]]>
<![CDATA[La Pereza]]>Thu, 22 Feb 2018 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/la-pereza
La pereza. La pereza es una anciana sabia. Con muy mala reputación. Silenciada. Apartada. En un mundo que ella misma no acaba de entender. Realmente, ¿quién lo entiende?.  Trabajar, trabajar, y trabajar. Gastar. Comprar. Esperpento total. Imposible de explicar. Y allí está ella. Con su túnica de seda negra. Relegada a la esquina. Esperando que la escuchemos. Atónita ante tanto despropósito. Observando en lo que nos hemos convertido. Asombrada. Nos sonríe con melancolía. Nos mima. Descansa. Para. Mira. Observa. Piensa. Respira el silencio. Cierra los ojos. ¿Hasta dónde quieres llegar?. ¿Para qué?. ¿Por qué?. La pereza es esa madre a la que todos deberíamos escuchar. La pereza. 

Texto & Foto: Belén de Benito (17)
]]>
<![CDATA[La Lujuria]]>Wed, 21 Feb 2018 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/la-lujuria
La lujuria. La lujuria es una niña. Una niña a la que repitieron tantas veces que era mala, que hasta ella misma se lo acabó de creer. Y también los demás. Y así creció. Rodeada de fango y de fealdad. Con sus pequeños pies manchados de barro. Sin poderse mover. Una niña. Tan solo eso. Confundida. Perdida. Prejuzgada. Una niña saltarina con ganas de jugar. La lujuria es una eterna incomprendida. Encerrada. Desnaturalizada. Atada. Un pájaro de oro en una jaula negra de barrotes oxidados. Aniquilada. Escondida. La lujuria es una niña, nada más. Deseando que alguien la saque a pasear. Inocente. Desinhibida. Sonriente. Única y especial. Esperando la libertad. Todo aquello malo que oigas de ella, tan sólo es un cuento que nos vendieron mal. La lujuria. 

Texto & Foto: Belén de Benito (17)
]]>
<![CDATA[La Soberbia]]>Tue, 20 Feb 2018 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/la-soberbia
“La Soberbia”

La soberbia. La soberbia es un señor orondo que suele llevar un bastón. Aunque puede andar perfectamente. Un personaje abrupto que con frecuencia eructa estupideces. La soberbia es una caja llena de palabras innecesarias. Una ceja que se dispara sin control. Una diarrea repulsiva. Un rostro desagradable. Una boca incontrolada llena de información nunca esperada y mucho menos bienvenida. Una estúpida inaguantable. Un disfraz de “todo” que esconde la más absoluta de las nadas. La soberbia. 

Foto & Texto: Belén de Benito (17)
]]>
<![CDATA[La Envidia]]>Mon, 19 Feb 2018 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/la-envidia
La envidia. Ay, la envidia. La envidia es esa zorra que nos habita, aunque la neguemos. Un lobo que disfruta disfrazándose de cordero. Suele ir de negro. Intenta pasar desapercibida. Es discreta. Disimula con falsos halagos. Se aproxima. Acecha. Y sí, al final arrebata. Lo consigue. Y cuando ya lo tiene, no siente nada. Porque la envidia es un saco roto imposible de llenar. Le envidia es una eterna infeliz. Una hiena insaciable. La envidia. Esa amiga que nos lleva de la mano y que todos conocemos. Esa amiga que todos afirmamos no conocer. Esa amiga que durmió en nuestra casa, al menos una vez. La envidia. Ahí está. Aquí está. Dentro de todos nosotros. Es bueno conocerla. Reconocerla. Saludarla. Para que no nos vuelva a acompañar. Jamás.  La envidia. 

Foto & Texto: Belén de Benito (17)
]]>
<![CDATA[La Ira]]>Sun, 18 Feb 2018 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/la-ira
La ira. Nacemos con ira. Estoy segura de que es lo primero que sentimos al dejar útero el materno. Ira. Una ira explosiva. Asustados. Perdidos. Suspendidos en un abismo de aire. Gritamos ante lo desconocido. Lloramos desconsolados. Hasta que volvemos a la piel de la madre. La ira. Nos acompaña desde entonces. Incontrolable. Una diva que aparece cuando menos te lo esperas. Y se hace notar. Ya lo creo que sí. Siempre. Vestida de satén rojo. Tan brillante. Tan dominante. Ella. Sonríe cuando consigue el control. Triunfante. Exaltada. La ira nace en la mirada. Y es en ese justo momento, justo antes de escapar, cuando es más hermosa. Mirada animal. Mirada fuerte. Mirada vulnerable. La ira es todo eso. Un falso escudo de frágil cristal. Un saco oscuro donde guardamos todos nuestros miedos. La ira. 

Foto & Texto: Belén de Benito (17)
]]>
<![CDATA[Siete]]>Sat, 17 Feb 2018 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/siete
Tengo tantas cosas en los cajones que he decidido que salgan a pasear. Que cobren vida. Están ahí, adormiladas. Una de ellas es “Siete”. Un proyecto que Forma parte de “Padre”. Recordé que cuando era niña una sola cara de mi padre bastaba para que yo entendiera. Una sola expresión. Una sola mirada. Un solo gesto me indicaba los pasos a seguir. De la diversión al enfado. Un abanico tan amplio que se desplegaba a golpe de ceja, labio, nariz. Todo valía para expresarse sin mover una sola cuerda vocal, y yo entendía, ya lo creo que lo hacía. Cuando callar, o cuando hablar. Una habilidad que he heredado de él y que tiene un doble filo. Es bueno. Y es malo. Porque se nos ve. Se nos ve en la expresión. En el gesto. Lo que hay. Somos como mimos. Actores de teatro a punto de actuar. Sinceridad facial. Sinceridad a ratos fatal. O genial. Imposible de controlar. Así que decidimos jugar con ello. Con su habilidad. Así nació “Siete”. Inspirados en la película “Seven”, una de mis favoritas. Con un fondo negro, una vestimenta negra, y luz natural, él sólo tenía que valerse para hacerse entender. Como cuando mi hermano y yo éramos niños, y una sola mirada suya nos hacía pararnos como estatuas de hielo. La ira, la envidia, la soberbia, la lujuria, la pereza, la avaricia, y la gula. Ahí fueron saliendo los siete. Incontrolables. O controlados. Domados o desbocados. Quién sabe. Una invitación a la reflexión sobre lo que somos. O sobre lo que no somos. Que cada uno elija. Siete retratos. Uno cada día. Que subiré desde mañana. Domingo. Buen día para liberar los pecados.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)
]]>
<![CDATA[Elegante Decadencia]]>Mon, 12 Feb 2018 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/elegante-decadencia
Los fotógrafos somos gente observadora. Lo somos. “Niña estás atontada”, “estás en las nubes, baja a la tierra”, eran frases que oía con frecuencia. Rezos continuados y bastante agotadores. Que por un oído me entraban y por otro me salían. No estaba atontada. Tampoco en las nubes. Simplemente me recreaba en los pequeños detalles que para los demás pasaban inadvertidos. 

Nos recreamos. En nuestro mundo particular. Lo hacemos. De niños somos capaces de hacer un viaje en total silencio. Las diminutas manos apoyadas en el borde de la ventanilla mirando cada detalle como si quisiéramos atesorarlo todo en nuestra memoria. Así éramos. Y así seguimos. 

Y son esos pequeños detalles que suelen ser invisibles a los demás los que nos hacen ver aquello que no parece estar. Pero que está. Está. Y es importante que esté. Aunque ni te fijes. Belleza invisible que nos hace sentir que estamos en un sitio único y especial. Mi ciudad es elegante y decadente. Como un antiguo palacio veneciano. Cada esquina susurra una historia. Sólo hay que saber escuchar. Mirar. Respetar. 

Texto & Foto: Belén de Benito (17)
]]>
<![CDATA[Mi querido Hotel París]]>Tue, 02 Jan 2018 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/mi-querido-hotel-paris



Lo pensaba estos últimos días, mientras paseaba con mi cámara, por los pasillos del maravilloso Hotel París. Cuando ya todo estaba recogido. Cuando ya apenas pasaba la luz. Paseaba por la tercera planta, cerrada ya hace muchos años. Tocaba esas paredes empapeladas. Pisaba esos suelos de madera. Y era capaz de imaginarme, hasta el sonido de la voz, de aquellos que habitaron entre sus paredes.

Lo pensaba estos últimos días, que no me ha hecho falta hacer balance
de este último año. Tampoco he sentido la necesidad. He vivido. Sin más. Lo pensaba mientras contemplaba esas viejas ventanas. Pensaba, “pero qué más da. Qué más da. Lo que haces en un año, o lo que dejas de hacer. Qué más da. Porque lo que hoy está lleno de vida, mañana ya no lo estará”.

Lo pensaba estos últimos días, que las cosas llegan, y después, después simplemente, se van. Y pensamos que siempre estaremos. Pensamos que todo permanecerá. Y nada más lejos de la realidad. Lo único importante son los recuerdos vividos. Lo único importante. Todo lo demás, se olvidará. Así que gracias, mi querido Hotel París, gracias elegante caballero. Gracias por todo. Gracias por ser tan ‘de verdad’. Yo le voy a echar a usted tanto de menos, que hasta me dolerá.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Aquello que significaba]]>Tue, 26 Dec 2017 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/aquello-que-significaba



​Llega. Cada año llega. Cargada de prisas, de días que vuelan. Y nos olvidamos de aquello que significaba.

La emoción. Los nervios. La espera. Los abrazos. La familia. Los reencuentros. Las vacaciones. Estar en casa sin nada más que hacer. Mirar por la ventana mientras llovía. La tranquilidad de la monotonía. Bajar a jugar con los amigos al patio. Estrenar los juguetes nuevos. Los juegos de mesa. Las películas del videoclub. Los juegos de Atari. Dibujar. Acostarse tarde. Leer en la cama a la luz de la mesilla de noche. Remolonear en la cama hasta bien entrada la mañana. Desayunar con calma. Los polvorones. El rosco de Reyes y su figurita. El árbol y sus adornos. El espumillón. Las luces. Las velas. Los villancicos. El circo que venía a la ciudad. Las tardes de cine y palomitas. Aquel maravilloso mercadillo de La Plaza Porticada. El olor a castañas.

Se me había olvidado todo aquello. Hasta que él me ha cogido de la mano.Y me ha llevado al lugar en el que habitan mis recuerdos. Con su carta escrita con rotuladores de colores. Y he recordado de golpe, aquello que significaba la palabra Navidad.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[El momento]]>Tue, 19 Dec 2017 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/el-momento



De vez en cuando encuentras un sitio especial. Quizás no estabas buscándolo. Quizás simplemente apareció, sin más. En el momento menos pensado. Da igual si estás cerca de casa. Da igual si estás a miles de kilómetros. Eso no es determinante. Lo importante es saber reconocerlo, pararte, y mirar.

De vez en cuando encuentras un momento único. Puede ser que no seas consciente de ello. Puede ser que pase junto a ti de forma sigilosa. Quizás no estabas atento, y se esfumó. Quizás no. Quizás si tienes suerte, sólo si tienes suerte, sabrás que estás ante un segundo determinante. Sabrás que has de pararte a contemplar.

De vez en cuando la vida sucede. La vida en su esencia. Lo importante. Lo que siempre recordarás. Y eres consciente. Y te olvidas de lo correcto. Te olvidas de lo que te rodea. Te olvidas del tiempo. Te olvidas de quién eres. Te olvidas de todo. Y te dejas llevar.

Sucedió hace 4 años. En el cráter muerto de un extinto volcán. Y ellos lo supieron. Supieron reconocerlo. El lugar. El momento. Ellos. Se pararon. Se miraron. Se tumbaron en el suelo. Y se abrazaron. Un abuelo. Su nieto. Y la naturaleza muerta con toda su energía. No hubo conversación. No hacía falta. Hay imágenes que hablan solas. Hay momentos que hay que compartir. Su momento. El momento.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Cuando No Te Encuentres]]>Tue, 12 Dec 2017 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/cuando-no-te-encuentres
Cuando no te encuentres te hallarás. Te hallarás. En el momento más inesperado, te hallarás. Sólo has de dejarte  llevar. Cuando no te encuentres, es que, quizás, sólo quizás, tenías la necesidad de perderte. 

Y que no te cuenten historias. No. No es cuestión de quererte, ni de querer a los demás. No. Es que somos así. Animales perdidos buscando con nuestros sentidos. Y hay días que estamos. Y días en los que nos abandonamos. Y no pasa nada.

Cuando no te encuentres, saca tus viejas fotos. Te hallarás en tus recuerdos. Aquellos que un día abandonaste en el cajón de los olvidos. En ellas reside lo importante. Deja que ellas te lleven a tu camino.

Foto & Texto: Belén de Benito (17)
]]>
<![CDATA[De Verdad]]>Tue, 05 Dec 2017 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/de-verdad
"De verdad"

Hoy una amiga, Rocío, subía una foto a Instagram. Tal y como ella decía era un bizcocho normal, y cito textualmente: "Ya, ya sé que es sólo un bizcocho normalito, de yogur, de esos que hacen hasta los niños". La contesté de inmediato: "Da gusto ver cosas normales. Sencillas. De las que realmente hacemos todos. Ese bizcocho es de verdad". Y esta nimia conversación, tan llena de obviedades que han dejado de serlo, me hizo pensar. Ya lo creo que sí.

De verdad. Mi casa es de verdad. Mi casa es tan antigua como yo. En ella habitan bizcochos rotos hundidos por el medio, suelos apolillados, maderas viejas, juguetes antiguos, muebles que pertenecieron a otras personas, y luz, una bonita luz del Norte que todo lo inunda. Mi casa mira al Norte. Mi casa mira al mar. Un mar que trae vientos fríos y huracanados, llenos de lluvia en forma de goteras y humedades. Sus paredes están llenas de historias, de dibujos furtivos a lápiz que nunca borro, de las alturas de mis hijos que allí quedaron, y de manos como las de Altamira. Está llena de desorden que yo me empeño en ordenar. Mi casa huele a lleno. Mi casa huele a familia. Mi casa huele a vida. Mi casa huele a verdad.
De verdad. Mi vida es de verdad. A veces me gusto. Otras veces no tanto. A veces, realmente, me encuentro insoportable. Lo mismo me pasa con mi familia, con mis amigos, con todo en general. Porque nada de lo que me rodea es perfecto. Nada.  Porque la vida es eso. La vida es como un bizcocho medio roto. Está bueno, sí, aunque la pinta no sea tan estupenda. Y habrá trozos mejores, y trozos peores. Y no pasa nada por subir una foto de esa maravillosa imperfección. Verbalizar ese día en el que las cosas salen mal. Y no. No tienes porque estar deprimida por ello. Ni haber tenido un día garrafal. Qué va. Es que se nos está olvidando la verdadera y jodida realidad con este mundo de "bonitismo" agotador. Y es que el mundo es imperfecto. Nosotros somos imperfectos. Nuestros viajes. Nuestros hijos. Nuestros maridos. Nuestras vidas. Todo es imperfecto. Y no pasa nada. Es que es así. Es así. Se nos está olvidando que eso es lo normal. 

Viajes imposibles, amigos que amas hasta la extenuación, parejas que darían la vida por ti, hijos vencedores, días de ensueño, noches de pasión. Vidas de espejismo. Agotador. Tiene que ser agotador. Yo en cambio, aquí estoy, nadando en la normalidad. Y con una lista inteminable de cosas pendientes por hacer.  Esto es lo que dio de sí ese bizcocho de Rocío. Ya me lo dice siempre mi madre: "Hija, es que tú te comes el coco de cojones". Qué razón tienen las madres. Pensamientos de un martes cualquiera, mientras un buen hombre me repara la humedad del techo, y mi casa huele a pedo de coliflor. Todo muy, muy, de verdad. 

Foto & Texto: Belén de Benito (17)
]]>
<![CDATA[Era de terciopelo]]>Tue, 14 Nov 2017 08:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/era-de-terciopelo



Era de terciopelo. Una enorme cortina de terciopelo verde que adornaba la entrada de la casa de mi abuela Escola. Nunca entendí qué hacía una cortina ahí, perfectamente recogida con su cordón de seda, en mitad de la nada, como un telón de teatro esperando su gran momento. Aún así, me fascinaba. Recuerdo la tranquilidad que me producía enrollarme en aquella pesada tela. Esconderme del mundo en su interior. Lo hacía cuando llegaba a su casa. Y también los domingos por la tarde. Cuando el fin de semana se acababa. Y me tenía que despedir de ella. De su olor. De sus manos. De sus abrazos. De su risa. De la seguridad tan absoluta que me daba. Era mi abuela. Era de terciopelo. La toqué por última vez el día que mi abuela me dejó de reconocer. La toqué a modo de despedida, buscándola vuelta de aquella persona que tanto me quiso y que ya no estaba.

Era de terciopelo. La sensación que tuve cuando entré allí por primera vez. Recuerdo andar por aquellos pasillos con la esperanza de volver a encontrarla, aun sabiendo que ya no estaba. Por el camino El mar. Las luces. Las sombras. El cielo azul. Las tumbas antiguas, algunas de ellas de niños. ¿Cómo se puede morir un niño?.

​Era de terciopelo. Lo pensé al poner mis manos por primera vez sobre la fría piedra bajo la que descansaba. Esa extraña sensación de estar sin estar. Y me volví pequeña. Diminuta. Consciente. De la muerte. De la vida. Del tiempo. De las presencias. De las ausencias. De aquello que ansiamos recuperar. De aquello que no volverá. De su suave mano tocando mi pelo en las noches de frío invierno. De nuestros cálidos veranos juntas. De sus preciosos dedos tejiendo punto. De sus pies tocando mis pies bajo la mullida colcha de su cama, aquellas noches que dormíamos juntas. Era mi abuela. Era la vida. Era la muerte. Era mi origen. Era mi destino. Ella. Mi todo. Y era de terciopelo.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Terroríficamente probable]]>Tue, 31 Oct 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/terrorificamente-probable



Y llegué. Y me encontré con una multitud. Toda esa gente mirando al mismo sitio. Intenté ponerme de puntillas y mirar. No se veía nada. Oía tambores a lo lejos. Me acerqué a una de aquellas personas y pregunté: “Perdona, ¿sabes qué es, algún espectáculo?”. Tenía su mano estirada, con su móvil grabando. No hizo ni el amago de girar la cabeza para mirarme. “Pues no, no tengo ni idea”. Y siguió grabando. Alucinada, observé a mi alrededor y estaban todos igual. Y pensé entonces que el verdadero espectáculo estaba ante mis ojos. Y no, no eran los tambores. Eran todos aquellos que no sabían ni qué coño estaban grabando. Y saqué la foto que veis.

Ya nos lo dijo Fontcuberta hace unos años. El mundo está cambiando. Y me acordé entonces de una película maravillosa, ‘Wall-e’. Una de mis favoritas. Nos cuenta cómo seremos en el futuro. Una panda de obesos recostados en sillones desplazables, pendientes de una pantalla individual que tendremos frente a nosotros. Terroríficamente probable.

Así que de vez en cuando recupero esta foto que tanto me hace pensar. Y levanto mi culo del sofá, y mi vista de la pantalla del móvil. Y salgo, para respirar y vivir, no vaya a ser, que acabe sin saber, lo que estoy viendo, viviendo, grabando, sintiendo. No vaya a ser, que acabe olvidando, lo que de verdad importa.

​ Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Bailemos madre, bailemos]]>Tue, 24 Oct 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/bailemos-madre-bailemos



Mi madre miraba las vistas desde su ventana. Yo la miraba a ella. Era la tarde de su cumpeaños. 75 años de sabiduría. Había tristeza en su mirada. Una tristeza áspera. Y abrió la boca para sentenciar. Y sentenció. Como suele hacer ella. Siempre de forma acertada. Sentenció. Ya lo creo que lo hizo.

“No tenemos nada en la vida. La vida, que pasa tan rápido. Aunque tú creas que tienes algo. No tienes nada.Tus supuestas propiedades, tus coches, aquella tierra que pensaste que era tuya. Nada te pertenece. Nada es nuestro. Estamos aquí sólo de paso. De prestado. Hasta nuestro propio cuerpo es algo arrendando, temporal. No somos nada. Y nos creemos tanto. Nos equivocamos tanto.

Es bueno escuchar a la gente mayor. Siempre. Porque sin hablar de nada, te hablan del todo. Porque sin entrar en profundidades, llegan a lo más profundo. Porque ellos son los únicos que rozan la verdadera sabiduría. Aquella del que sabe que la fiesta se va acabando. Aquella del que sabe que hay que apurar hasta el último segundo. Ellos saben de qué va la verdadera historia. Saben que el baile va de eso, de bailar. Sin distracciones. Bailar, hasta que se nos desgasten las suelas de los zapatos. Bailar, hasta que nos duelan los pies. Bailar, hasta que se nos acabe la vida. Bailar, bailar, y bailar. Bailemos, madre, bailemos. Usted y yo. Siempre. Sin nada en los bolsillos. Tal y como llegamos. Tal y como nos iremos. Bailemos hasta que se nos acabe el mundo. Hasta que ya no podamos respirar.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Entre el cielo y la tierra]]>Tue, 17 Oct 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/entre-el-cielo-y-la-tierra



Hoy, mientras mis hijos y mi marido jugaban, me he ido a un lugar un poco apartado a descansar un momento. Una persona que no conocía de nada, se me ha acercado, se ha sentado a mi lado, me ha mirado a los ojos, me ha cogido la mano, se ha apoyado sobre mi hombro, y luego me ha dado un abrazo tan absolutamente sincero y desinteresado que me ha dejado sin palabras. Sin decir nada, se ha levantado y se ha ido.

No voy a especificar si era mayor, joven, niño, hombre, mujer, porque eso no importa. Tampoco voy a explicar lo que he sentido antes de que me abrazara, ni durante, ni después, porque eso me lo reservo sólo para mí. Mis hijos y mi marido han sido testigos de mi cara al recibir el abrazo, y sólo al ver su sonrisa y su mirada al observarnos, he sido consciente de lo bonito y realmente sincero que era el momento.

Hoy a las 18.30 horas mi concepto general de la vida ha cambiado. No puedo explicar de qué manera. Sólo sé que me he sentido como en esta foto, con el cielo sobre mi cabeza, con el cielo bajo mis pies, como la nada más insignificante, viviendo el todo más absoluto.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Su mirada]]>Tue, 10 Oct 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/su-mirada



​Lo veo. Lo veo en su mirada. Que todo va cambiando a su alrededor. Que él va cambiando. Mudando esa suave piel de niño que le abrigó al nacer. Le veo. Le veo en su mirada. A veces se reconoce. Otras no. A veces le reconozco. Otras no.

Y me mantengo a distancia. Y recuerdo aquel día de final de verano cuando aprendió a montar solo en bicicleta. El sol a punto de ocultarse. Las sombras alargadas sobre la acera. Su padre soltando el pequeño sillín y corriendo a su lado. Emoción. Vértigo. Alegría. Liberación.

Y me siento un poco igual. Agarrando. Soltando. Difícil para mí. Difícil para él. En una extraña cercana distancia. Siendo testigo. Intentando enseñar. Aprendiendo con él. Aprendiendo de él. Sintiendo esa extraña sensación de estar en una tierra de nadie. Atrayente. Aterrador. Mitad niño. Mitad hombre. Lo veo en su mirada. Le veo en su mirada. Ahí está. Ahí sigue. Mi niño siempre. Al fin y al cabo.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Hermanos]]>Tue, 03 Oct 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/hermanos



​No creo en los lazos de sangre. Tampoco creo en el orden cronológico de las amistades. Sólo creo en los lazos de tiempo compartido, de cariño, de respeto, de amor incondicional, de generosidad.

Con mi hermano he aprendido que el amor fraterno se cuida, se riega, se mima, se cultiva, se regala, se ofrece. Y que todas las relaciones en esta vida se basan en lo mismo. Da igual que hablemos de amistad, de amor, de familia. Todo ha de ser cuidado. Si tú me importas, te lo hago notar, y si yo te importo, que se note.

Con mis dos fieras yo me ocupo de sembrar la semilla. Ellos han de ocuparse de cuidar el jardín. Tenerse el uno al otro, ese es el mejor regalo que podré darles. Sin duda, su mejor herencia. Cuando observo estos momentos que ellos comparten, soy feliz. Y pienso, que igual, sólo igual, no lo estoy haciendo del todo mal.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[La Bola Blanca]]>Mon, 02 Oct 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/la-bola-blanca
La bola blanca. La fascinante bola blanca siempre está ahí. Empieza el juego y lo termina. Siendo la única que encuentra de nuevo el camino para salir ella sola y volver a empezar. Las otras, de colores llamativos y previamente numeradas,  se quedan ahí atrapadas, una vez que el juego concluye.

Las lisas pertenecen a un jugador. Las rayadas a otro. Pero todas ellas, da igual su condición, una vez que entran por el agujero, permanecen quietas en los laberínticos recovecos del interior de la mesa, esperando a que alguien accione un botón para que el juego vuelva a empezar. La bola blanca es diferente al resto. Unas veces unos milímetros más, otras veces un pequeño imán en su interior, hacen que sepa encontrar su propio camino. Sin esperar a que nadie la libere, sin esperar a que nadie la maneje.

Ayer tuve esta gran revelación mientras mis hijos, hermanos ellos, acababan su partida luchando con los palos de billar. "Que si tú empezaste, que no, que has sido tú, que yo he ganado, que no que eres un tramposo, que no me pegues, que me has pegado tú primero" . Y mientras , ella ahí, quieta, iluminada por esa luz cenital. La bola blanca. 

Foto & Texto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Oler la vida]]>Tue, 26 Sep 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/oler-la-vida



​Siempre he asociado mis recuerdos a mi olfato. Así los tengo almacenados. Con sus respectivos olores. En mi casa, nunca entendieron esa extraña costumbre mía de calificar todo aquello que rondaba mi nariz. “Qué pesada eres con los olores”. Era la frase que más oía. “Es de mala educación oler todo”. Siempre fui una eterna incomprendida con este tema. Hasta que llegó mi hijo pequeño. Él. Mi compañero de viaje olfativo.

¿Podemos ir hoy andando al colegio?
​¿Qué quieres, ir andando?

Pues no lo sé, igual hoy no puedo. Casi no puedo mover los pies.
¿Te duele?

Vale, pues nada, vamos en coche
Ya lo siento. Otro día, ¿vale?
​Qué pena, es que quería ‘oler la vida’
¿Oler la vida?
Sí. Me apetecía ‘oler’ la mañana. La mañana huele muy bien cuando hace bueno. Y hoy hace bueno. Todo huele, mamá. Todo huele.

​Así que no me lo pienso. Y decido que iremos andando. Y me lanzo a oler la vida con mi pequeño ‘ratonero’. Y me olvido de todo. Y alzo mi nariz al aire y recuerdo. Recuerdo con él. Y etiqueto esa mañana para siempre. Esa mañana que huele a otoño, a helada, a chimenea recién encendida, a su mano agarrada a la mía, a su sonrisa, a su mirada de niño feliz. Esa mañana. Nuestra mañana.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Escuchar]]>Tue, 19 Sep 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/escuchar



Creo que soy una buena ‘escuchadora’. Esto de escuchar y no escuchar, me lo explicó mi madre cuando tenía 8 años. “Vas a tener que pasar todo el día en clase hasta que acabes los estudios, tienes dos opciones, escuchar y aprender sin necesidad de estudiar, o dedicarte a contar las moscas que pasan por delante de tu cara hasta que termines. Tú sabrás. Es tu elección”. Mi madre acojonaba mucho cuando se ponía en modo ‘tú-sabrás’ El ‘tú-sabrás’ daba vértigo. Te situaba en ese abismo real, en el que sin saber cómo, eras tú el que decidías. Sin escudos.  

Así que desde los 8 años, intento escuchar. Hace ya unos años, iba en el ascensor con mi vecina y amiga, Marta Laherrán. Admiro a Marta desde que era pequeña. Es una gran matriarca a la que sus hijos vienen a ver constantemente. Por algo será. Precisamente hablábamos de sus hijos, cuando ella me dijo: “A los hijos hay que observarles, tú fíjate en lo que hacen desde que nacen, porque sus actos reflejan sus gustos, y así, observándoles, encontrarás las habilidades de cada uno, y les podrás ayudar a encontrar su camino, sin quitarles su libertad, que no es fácil, pero mira, yo creo que lo he hecho bastante bien”. Y es cierto. Ella lo ha hecho muy bien. Marta tiene siete hijos. Con siete profesiones totalmente diferentes. Y hoy cada uno se dedica a lo que eligió desde bien pequeño, de forma inconsciente. Simplemente, les dejó ser.

Aquella simple conversación cambió mi forma de entender la vida. Y desde entonces, observo más. Observo a mis hijos en silencio, ‘escuchando’ sus actos, respetando, siendo testigo de cómo, poco a poco, van encontrando su propio camino. Haciendo aquellas cosas que ellos quieren hacer. Enterrando mis egos y mis anhelos de madre, muy al fondo. Bajo llave. Allí donde deben permanecer.

​ Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Origen]]>Wed, 13 Sep 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/origen



A veces tengo la sensación, de que da igual lo que haga. Da igual si elijo un camino, o si elijo otro. Da igual lo que diga, da igual lo que no diga, da igual si pronuncio esas palabras, o si me quedo muda para siempre. Da igual. Tengo la constante sensación, de que todo aquello que haré, ya está escrito. Inamovible.

A veces tengo la sensación, de que todo el trabajo empleado es tiempo perdido. Todo el esfuerzo. Todas esas horas. Un desgaste inútil que no lleva a ninguna parte, a ningún lugar. Y me veo en una jaula de hámster. Metida en esa rueda diabólica. Moviendo mis pequeñas patitas de roedor. Sin punto de partida. Sin punto de salida. Porque los círculos ni empiezan, ni acaban. Los círculos son infinitos.

A veces tengo la sensación, de que tengo que contemplar más y hacer menos. Parar. Mirar. Sentir. Llorar. Reír. Encontrar mi origen. Y me sumerjo en la bañera, con mis oídos tapados por el agua. Cierro los ojos. Escucho mi respiración y mis latidos tamborileando en los oídos. Y ahí me encuentro. En la nada. Sin tanto ruido. Lo más parecido a estar en el vientre materno.Y hasta lo recuerdo. Lo recuerdo. Aquella sensación de absoluta protección. Mi origen. Y mi destino. Gracias madre.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[Mi foto favorita]]>Tue, 05 Sep 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/mi-foto-favorita3448218



Muchas veces busco mi foto favorita. La busco en mi mente, tratando de pensar cuál es para mi la mejor. Siempre doy vueltas y vueltas para acabar llegando al mismo lugar. Mi foto favorita no es una gran foto. No es estética. No es impactante. No es nada. Y aún así, lo es todo.

Mi primer parto fue sin epidural, prematuro, inesperado, doloroso, tremendo. En fin, nada romántico, nada de lo esperado. El dolor me impidió disfrutar, y no pude ver ni la cara de mi hijo. Esta foto la saqué tumbada en la cama del hospital. Estaba sola y me trajeron una pequeña cuna transparente. “Está dormido”, me dijeron. Cerraron la puerta y nos dejaron a los dos. Silencio total. Un piececito golpeó la cuna, con fuerza. Los pequeños dedos estaban blancos de tanto apretar. Me incliné y le coloqué el pie, tapándolo de nuevo. Me volví a tumbar. De nuevo un golpe seco, y el pie otra vez fuera de su sitio. Así continuamos. Una y otra vez. Entonces me incliné y le miré. Le miré de verdad. Y le cogí de verdad, poniéndole sobre mí, con sentimiento. Y nos quedamos dormidos juntos, ya con el pie en su sitio.

Si no hubiera sacado esta foto, probablemente este recuerdo no existiría, sin más. Es lo grande de la fotografía, que es, sin lugar a dudas, el disco duro de nuestra memoria. Que siempre tengáis pies pequeños, medianos, o grandes a vuestro lado, que golpeen vuestros cristales, y os hagan mirar la vida. Mirar, no ver, que son dos cosas diferentes.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

]]>
<![CDATA[El Jefe]]>Sat, 26 Aug 2017 07:00:00 GMThttp://eldiecisiete.com/blog/el-jefe
Mi padre es una persona especial. Una persona única. Y no lo digo porque sea mi padre. No. Lo digo porque es así. Siempre le hemos llamado "Jefe". "El Jefe". Porque mi padre es muy jefe. Lo es de forma natural. Sin ser consciente. Y todos le obedecemos. Sin rechistar. Mi padre tuvo una infancia complicada. Muy complicada. De la que rara vez te hablará, a no ser que le preguntes. Y yo pregunto mucho. Porque tiene una historia tan fascinante y diferente, como es él.

Su madre se murió cuando tenía cuatro años, y con ella se fueron los días felices de su niñez. No lo tuvo fácil. Nada fácil. Y con 18 años, dejó su casa, y se buscó la vida. Siempre lo ha hecho. Y no lo hizo mal. Nada mal. A nosotros nos regaló una infancia llena de amor y de buenas experiencias. Todo lo contrario a lo que él vivió. Mi vida ha estado llena de besos, abrazos y de "te quiero". A diario. Y mis noches de miedo las he pasado a su lado, agarrada a sus preciosas manos, heredadas de mi abuela pianista. Nunca protestó. Y mira que yo era pesada. Muy pesada.

"Papá tengo miedo". Y ahí venía él, a las dos de la mañana, a las tres, daba igual. Se ponía una silla al lado de mi cama, y me cogía las manos hasta que me volvía a dormir. En silencio. Sin pronunciar una palabra. No hay nada que me guste más que fotografiarle. Nada. Imaginar mundos entre los dos. Buscar fotos antiguas que nos sirvan de inspiración. Y crear juntos. Y por qué no, pensar que quizás, sólo quizás, sea capaz de inventar para él, aquella infancia que nunca vivió. Te quiero Padre. Te quiero Jefe.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)
]]>