No importa

Me encantaría que lo supieras.

De vez en cuando, te lo cuento. Y me miras con esos pequeños grandes ojos rebosantes de aventuras pendientes. Ojos de medio niño. Ojos de medio hombre.

No importa. No importan.

Todas esas pequeñeces de preocupado adulto que van apareciendo poco a poco en tu vida. Que se van haciendo hueco. No importan. Es tu vida, que transcurre. Sin más. No mires atrás. No te pares. No dudes. Porque ya pasó. Está pasando. Es irremediable. Único. Temporal. Y una vez que pase. Ya está. Se acabó. Así que, disfruta. Vive. Sin culpas. Sin juicios. Ni propios. Ni ajenos.

No importa. Si te miró o no. Si te escuchó o no. Si enmudeció, si te habló, si te ignoró, si se paró, si siguió, si te ayudó, si se alejó. No importa. Tampoco si tú lo hiciste o no. La vida es mucho más sencilla.

Me encantaría que supieras que esto es algo que he aprendido de ti. Mientras te observo cuando juegas. Da igual cuándo, cómo, o dónde. Siempre te acercas a niños que no conoces. Sonriendo. Saludando. Esperando pacientemente un gesto de vuelta. Con un simple “¿juegas?”, haces magia. Generosidad natural. Sin prejuicios. Sin buscar nada. Sin esperar nada. Sin importarte nada.

“¿Juegas?”. Y nadie se resiste a esa naturalidad tuya tan apabullante. Y te siguen. Y saltan contigo. Y corren contigo. Muchas veces en silencio. Otras llenando el aire de estruendosos sonidos. Y cuando se acaba, se acaba. Un simple “hasta luego”. Una sonrisa. Y se acabó.

Me entristece pensar que poco a poco cambiarás. Como cambiaron tus dibujos infantiles cargados de arte. Llenos de formas y colores imposibles. Que luego se tornaron un poco aburridos, tan correctos y reconocibles.

Echo de menos aquellas manos regordetas que trazaban casas redondas en las nubes, perros voladores, coches con ruedas cuadradas. Mundos imaginarios. Maravillosos. Únicos. Especiales. Como echaré de menos tu forma despreocupada de afrontar la vida cuando irremediablemente todo cobre importancia. Cuando todo te importe.

Me encantaría que supieras que te admiro en silencio. Que gracias a ti he recordado. Que todo era mucho más sencillo cuando nada importaba. Que, contigo estoy aprendiendo a quitar peso a las cosas, a las decisiones, a los acontecimientos. Que estoy intentando volver a ser un poco más niña. Como era antes. Antes de que nos engañaran con esta historia de comportarnos como adultos. Antes de que nos inyectaranlos miedos, las angustias, los prejuicios, las miserias. Y creo que lo voy consiguiendo. Y te contaré que tampoco pasa tanto. Que tampoco pasa nada. Que la vida no es tan complicada como nos hicieron creer que era. Me encantaría que lo supieras.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)

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