Tengo tantas cosas en los cajones que he decidido que salgan a pasear. Que cobren vida. Están ahí, adormiladas. Una de ellas es “Siete”. Un proyecto que Forma parte de “Padre”. Recordé que cuando era niña una sola cara de mi padre bastaba para que yo entendiera. Una sola expresión. Una sola mirada. Un solo gesto me indicaba los pasos a seguir. De la diversión al enfado. Un abanico tan amplio que se desplegaba a golpe de ceja, labio, nariz. Todo valía para expresarse sin mover una sola cuerda vocal, y yo entendía, ya lo creo que lo hacía. Cuando callar, o cuando hablar. Una habilidad que he heredado de él y que tiene un doble filo. Es bueno. Y es malo. Porque se nos ve. Se nos ve en la expresión. En el gesto. Lo que hay. Somos como mimos. Actores de teatro a punto de actuar. Sinceridad facial. Sinceridad a ratos fatal. O genial. Imposible de controlar. Así que decidimos jugar con ello. Con su habilidad. Así nació “Siete”. Inspirados en la película “Seven”, una de mis favoritas. Con un fondo negro, una vestimenta negra, y luz natural, él sólo tenía que valerse para hacerse entender. Como cuando mi hermano y yo éramos niños, y una sola mirada suya nos hacía pararnos como estatuas de hielo. La ira, la envidia, la soberbia, la lujuria, la pereza, la avaricia, y la gula. Ahí fueron saliendo los siete. Incontrolables. O controlados. Domados o desbocados. Quién sabe. Una invitación a la reflexión sobre lo que somos. O sobre lo que no somos. Que cada uno elija. Siete retratos. Uno cada día. Que subiré desde mañana. Domingo. Buen día para liberar los pecados.
Texto & Foto: Belén de Benito (17)
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AuthorBelén de Benito Archives
April 2018
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