17
  • eldiecisiete
  • projects
  • cv
  • portfolio
  • blog
  • about
  • eldiecisiete
  • projects
  • cv
  • portfolio
  • blog
  • about

Despierta

3/28/2017

0 Comments

 
Picture



​Voy a su cuarto y me siento. Me siento como se sientan ellos, como se sientan los niños. En el suelo. Observo sus juguetes. Los miro con atención. Esas pequeñas piezas de Lego que tanto me molestan cuando las piso. Que tanto me empeño en ordenar. Un día ya no me las encontraré. Un día ya no tendré que recogerlas. Porque ellos ya no estarán. Crecerán. Y todos esos cachivaches que tanta vida dan a mi casa, que colonizan los lugares más insospechados, acabarán en una caja, olvidados en algún trastero, a la espera de nuevas manos que regalen buenos momentos. Y cuando el orden reine. Cuando sobre esas cuatro paredes retumbe el eco del silencio más absoluto. Me acordaré. Ya lo creo que lo haré.


Me acordaré de no haber sido suficientemente niña para ellos. Me acordaré de todas las veces que no me senté como ellos, con ellos, sobre el suelo. Me acordaré de aquellas prisas que me alejaban de su maravillosa locura, de su lógica cordura. De aquellos trabajos que me robaban su tiempo, mi tiempo. Ese tiempo que algún día me sobrará a borbotones. Ese tiempo que algún día añorará cada segundo de su presencia.

“Despierta”, me digo en voz alta. “Despierta”. Son tus hijos. Están aquí. Ahora. Como el sol que se filtra por las rendijas de las persianas al amanecer, formando esos pequeños círculos que se posan sobre mi piel, dibujando pequeñas líneas intermitentes. Luces cálidas que me mecen entre las sombras. Pequeñas bellezas efímeras que me iluminan cada mañana, y que la rutina, con cierta frecuencia, me impide apreciar. Abre los ojos. Juega con ellos, baila con ellos, ríe con ellos, llora con ellos. Sé con ellos. Porque un día volarán. Y entonces añoraré aquellos momentos que no fueron, que no existieron, que no se vivieron. Aquellos momentos que fueron conquistados por mi torpe ceguera. Aquellos momentos en los que, simplemente, no supe despertar.

Foto & Texto: Belén de Benito (17)

0 Comments

Despacio

3/21/2017

0 Comments

 
Picture


Hay días y días. Hay días en los que soy consciente. Y hay días en los que me convierto en una auténtica inconsciente. Desde que me levanto hasta que me acuesto. Tengo cada segundo tan ocupado que no sé ni lo que hago. Esa terrible sensación de que no he podido sentarme ni un solo momento a descansar. El tiempo me bloquea. La vida me devora. Esos días suelo quedarme dormida encima de la cama, con la ropa puesta. Y aunque me intente autoengañar patéticamente, pensando que he aprovechado el día, la realidad es que no lo he hecho. Para nada. Al contrario. Esos días son, en realidad, un auténtico despropósito.

Aitor cambió mi vida. Él no lo sabe. Porque no le he vuelto a ver. Le perdí la pista hace ya 15 años. Le conocí gracias a mi padre. Fue nuestro maestro. Con él aprendí a cuidar mi cuerpo y mi mente. Con él aprendí a meditar. Un día trajo una caja de fresas. Me dijo que cogiera una. Así lo hice. La devoré. De un bocado. Cuando acabé me sonrió, me miró y me dijo: “Ahora vuelve a coger otra, pero antes de comerla, mírala, con detenimiento, mira cómo es una fresa, algo que probablemente no haces desde la niñez. Admira su perfección, su color rojo, su tallo verde, sus pequeñas semillas. No te olvides de olerla, porque huele de maravilla. Y luego cierra los ojos. Muérdela. Despacio. No tienes prisa.  Piensa en cómo suena, en su textura, en cómo sabe. Ácido, dulce. Párate y piénsalo. Y deja que eso quede en tu memoria. El sabor de una fresa. Hasta su nombre es bonito”.

Cuando acabé me quedé en blanco. Me costó hasta abrir los ojos y salir de aquel estado. Sorprendida y fascinada ante la tremenda diferencia entre la primera fresa y la segunda. Una diferencia abismal. Él me sonrió y me dijo: “Ahora ya sabes lo que es comer una fresa. Pues recuerda que este ejercicio que casi nunca practicamos, es igual para todo. Cuando bailes, cuando estés contemplando el cielo, cuando alguien te acaricie, cuando andes, cuando saltes, cuando respires, hagas lo que hagas, siéntelo. Sé consciente de lo que estás haciendo. Sé consciente de que lo estás haciendo. Cómete la vida, no dejes que la vida te coma a ti”.

Y ahora, cada vez que el tiempo me atropella, cada vez que la vida me come, me acuerdo de Aitor, de aquel día, y me paro. Respiro y cierro los ojos. Y hay momentos en los que incluso, puedo oler aquella fresa. Y hasta me veo de niña, en la huerta que plantaba mi madre, con mi vestido de flores, mi pelo revuelto, y mis pies descalzos. De puntillas, robándolas a hurtadillas, sus preciosas fresas, tan perfectas, tan pequeñas, cuando aún no estaban maduras, cuando la luz del atardecer me escondía, cuando la vida transcurría tan maravillosamente despacio.

​Foto & Texto: Belén de Benito (17)
Foto realizada en el Circo Quimera y su espectáculo ‘Clowns’

0 Comments

Cambia

3/14/2017

0 Comments

 
Picture



Me despierto. Pongo mis pies descalzos sobre el suelo. Luego me miro en el espejo. Me ducho, me peino, y me visto. Pequeñas rutinas que ejecutamos de forma mecánica. Y antes de salir de casa, lo vuelvo a hacer. Me miro de nuevo. Y me aseguro de que eso que se refleja es, por lo menos, correcto. Todo exterior. Luego ya, con cierto esfuerzo, dejo paso a “lo de dentro”. Eso que se nos olvida con frecuencia. Eso que vamos empujando poco a poco al fondo del cajón. Lo dejamos ahí escondido. Aún siendo mucho más importante. Porque asumir “lo de dentro”, es más complejo. Eso no se soluciona con un color rojo intenso en los labios, o con un buen ojo pintado. No. “Lo de dentro” implica mirarse de verdad. Revolver lo verdaderamente importante. La maquinaria que, en realidad, lo mueve todo.

Me miro. Miro mi reflejo y pienso que me puedo peinar mejor, que puedo estar más guapa, que igual no acerté con la ropa que me puse hoy. Pensamientos asumibles. Relativamente inocuos. Fáciles. Solucionables. Y luego ya me lanzo. Me vuelvo valiente. Rebusco en mi oscuridad. En lo incómodo. Y me miro. Me miro de verdad. Y mientras mi rostro se va desdibujando, mientras me concentro más allá de mi mirada, encuentro lo que quiero. Lo que realmente cuenta. “¿Les he dicho a mis hijos hoy que les quiero? ¿No me habré pasado con los cuatro gritos que les he pegado? ¿He llamado a mi madre para ver qué tal está? No tenía que haber dicho eso que dije ayer. No actué correctamente”. Pensamientos incontrolados que intento controlar. Palabras que me dominan y que quiero dominar. Para aprender. Para evolucionar. Para cambiar.

Hace ya tiempo que aprendí a mirarme de estas dos maneras. Porque un día observé que nos solemos preocupar sólo de nuestro exterior. Lo valoramos y lo cambiamos con facilidad. Algo que casi nunca hacemos con nuestro interior. Al que silenciamos, acariciamos, justificamos, solapamos. Le tratamos como un hijo consentido. Evitando la confrontación. Vertiendo críticas sobre los demás que muchas veces son sólo un reflejo de nuestras propias miserias. Así que desde ese día cambié. Así que desde entonces, en la más completa de las soledades, después de ese primer reflejo en el espejo. Me paro. Y recuerdo que sólo yo manejo el juego. Soy el único valiente y el único cobarde de mi propia historia. Y que no me cuenten cuentos. Que no me digan que “la gente no cambia”. Claro que sí. Es sólo cuestión de querer cambiar. Lo mismo que eliges otros pantalones, puedes elegir otra actitud. Aprender a mirarte de verdad. Y cambiar. Es sólo cuestión de aprender. Es sólo cuestión de querer. Es sólo cuestión de escuchar. Un leve susurro que me dice: “Cambia. Estás a tiempo. Más allá de lo evidente, más allá del envoltorio. Cambia”.

​Foto & Texto: Belén de Benito (17)

0 Comments

Tonterías

3/7/2017

0 Comments

 
Picture



Hay momentos en la vida que son determinantes. Momentos que se te quedan grabados en la memoria. Tatuados. No sabes la razón. Pero pasa. Eres capaz de acordarte hasta del más mínimo detalle. El sitio. Los tonos. Los gestos. Las palabras. Todo.

Hace unos años, iba paseando por la playa con mi padre. Yo había tenido un mal día. O al menos, esa era mi percepción. Así que mientras pisábamos la arena mojada que deja la marea baja, iba relatando los pormenores de mis agobios. Él caminaba en silencio, con sus manos entrelazadas a su espalda, como siempre. Miraba hacia el suelo. De repente paró en seco, me miró, y me dijo con un tono tranquilo y sosegado: “Hija, ¿tú ves que yo tenga el más mínimo interés en lo que me estás contando, crees que te estoy prestando atención?”. Intenté buscar un tono de humor en sus palabras, en su mirada, pero no lo encontré. Estaba serio. “Pues la verdad es que no”, dije yo. Así que él sentenció: “Pues entonces, no sigas. Mira, a mi edad, me importan una mierda los problemas ridículos que nos generamos nosotros mismos. No tengo tiempo para tonterías. No tengo tiempo para mis tonterías, así que mucho menos aún, para las tuyas. Yo ya soy mayor. Muy mayor. La vida se me va agotando, y voy comprendiendo que no he de perder ni un sólo segundo con chorradas. Y lo que me estas contando son, eso, chorradas. Igual ahora no lo entiendes, pero cuando tengas mi edad, lo entenderás. Y si diciéndote ésto ahora, captas el mensaje antes de hacerte vieja, pues mucho mejor, tiempo que habrás ganado”. Me sonrió, cambió de tema, y seguimos paseando.

Muchas veces he pensado en esta conversación. Cada vez que una crítica, una condena, o una queja, intenta salir de mi boca, recuerdo ese momento. Y aunque de vez en cuando me despisto, lo reconozco, intento tener siempre presente, que la mente es como una gran jaula vacía. Cada uno tiene su propia llave. Cada uno decide su propio contenido. Tan aparentemente sencillo. Tan verdaderamente complicado. Sólo de mí depende.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

0 Comments

    Author

    Belén de Benito
    eldiecisiete

    RSS Feed

    Archives

    April 2018
    February 2018
    January 2018
    December 2017
    November 2017
    October 2017
    September 2017
    August 2017
    July 2017
    June 2017
    May 2017
    April 2017
    March 2017
    February 2017
    January 2017
    December 2016
    November 2016
    October 2016
    March 2014

 © Belén de Benito 
Todas las imágenes y textos que aparecen en este sitio web son propiedad de Belén de Benito 
All the images and texts included in this website are property of Belén de Benito