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Aquello que significaba

12/26/2017

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​Llega. Cada año llega. Cargada de prisas, de días que vuelan. Y nos olvidamos de aquello que significaba.

La emoción. Los nervios. La espera. Los abrazos. La familia. Los reencuentros. Las vacaciones. Estar en casa sin nada más que hacer. Mirar por la ventana mientras llovía. La tranquilidad de la monotonía. Bajar a jugar con los amigos al patio. Estrenar los juguetes nuevos. Los juegos de mesa. Las películas del videoclub. Los juegos de Atari. Dibujar. Acostarse tarde. Leer en la cama a la luz de la mesilla de noche. Remolonear en la cama hasta bien entrada la mañana. Desayunar con calma. Los polvorones. El rosco de Reyes y su figurita. El árbol y sus adornos. El espumillón. Las luces. Las velas. Los villancicos. El circo que venía a la ciudad. Las tardes de cine y palomitas. Aquel maravilloso mercadillo de La Plaza Porticada. El olor a castañas.

Se me había olvidado todo aquello. Hasta que él me ha cogido de la mano.Y me ha llevado al lugar en el que habitan mis recuerdos. Con su carta escrita con rotuladores de colores. Y he recordado de golpe, aquello que significaba la palabra Navidad.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)

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El momento

12/19/2017

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De vez en cuando encuentras un sitio especial. Quizás no estabas buscándolo. Quizás simplemente apareció, sin más. En el momento menos pensado. Da igual si estás cerca de casa. Da igual si estás a miles de kilómetros. Eso no es determinante. Lo importante es saber reconocerlo, pararte, y mirar.

De vez en cuando encuentras un momento único. Puede ser que no seas consciente de ello. Puede ser que pase junto a ti de forma sigilosa. Quizás no estabas atento, y se esfumó. Quizás no. Quizás si tienes suerte, sólo si tienes suerte, sabrás que estás ante un segundo determinante. Sabrás que has de pararte a contemplar.

De vez en cuando la vida sucede. La vida en su esencia. Lo importante. Lo que siempre recordarás. Y eres consciente. Y te olvidas de lo correcto. Te olvidas de lo que te rodea. Te olvidas del tiempo. Te olvidas de quién eres. Te olvidas de todo. Y te dejas llevar.

Sucedió hace 4 años. En el cráter muerto de un extinto volcán. Y ellos lo supieron. Supieron reconocerlo. El lugar. El momento. Ellos. Se pararon. Se miraron. Se tumbaron en el suelo. Y se abrazaron. Un abuelo. Su nieto. Y la naturaleza muerta con toda su energía. No hubo conversación. No hacía falta. Hay imágenes que hablan solas. Hay momentos que hay que compartir. Su momento. El momento.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)

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Cuando No Te Encuentres

12/12/2017

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Cuando no te encuentres te hallarás. Te hallarás. En el momento más inesperado, te hallarás. Sólo has de dejarte  llevar. Cuando no te encuentres, es que, quizás, sólo quizás, tenías la necesidad de perderte. 

Y que no te cuenten historias. No. No es cuestión de quererte, ni de querer a los demás. No. Es que somos así. Animales perdidos buscando con nuestros sentidos. Y hay días que estamos. Y días en los que nos abandonamos. Y no pasa nada.

Cuando no te encuentres, saca tus viejas fotos. Te hallarás en tus recuerdos. Aquellos que un día abandonaste en el cajón de los olvidos. En ellas reside lo importante. Deja que ellas te lleven a tu camino.

Foto & Texto: Belén de Benito (17)
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De Verdad

12/5/2017

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"De verdad"

Hoy una amiga, Rocío, subía una foto a Instagram. Tal y como ella decía era un bizcocho normal, y cito textualmente: "Ya, ya sé que es sólo un bizcocho normalito, de yogur, de esos que hacen hasta los niños". La contesté de inmediato: "Da gusto ver cosas normales. Sencillas. De las que realmente hacemos todos. Ese bizcocho es de verdad". Y esta nimia conversación, tan llena de obviedades que han dejado de serlo, me hizo pensar. Ya lo creo que sí.

De verdad. Mi casa es de verdad. Mi casa es tan antigua como yo. En ella habitan bizcochos rotos hundidos por el medio, suelos apolillados, maderas viejas, juguetes antiguos, muebles que pertenecieron a otras personas, y luz, una bonita luz del Norte que todo lo inunda. Mi casa mira al Norte. Mi casa mira al mar. Un mar que trae vientos fríos y huracanados, llenos de lluvia en forma de goteras y humedades. Sus paredes están llenas de historias, de dibujos furtivos a lápiz que nunca borro, de las alturas de mis hijos que allí quedaron, y de manos como las de Altamira. Está llena de desorden que yo me empeño en ordenar. Mi casa huele a lleno. Mi casa huele a familia. Mi casa huele a vida. Mi casa huele a verdad.
De verdad. Mi vida es de verdad. A veces me gusto. Otras veces no tanto. A veces, realmente, me encuentro insoportable. Lo mismo me pasa con mi familia, con mis amigos, con todo en general. Porque nada de lo que me rodea es perfecto. Nada.  Porque la vida es eso. La vida es como un bizcocho medio roto. Está bueno, sí, aunque la pinta no sea tan estupenda. Y habrá trozos mejores, y trozos peores. Y no pasa nada por subir una foto de esa maravillosa imperfección. Verbalizar ese día en el que las cosas salen mal. Y no. No tienes porque estar deprimida por ello. Ni haber tenido un día garrafal. Qué va. Es que se nos está olvidando la verdadera y jodida realidad con este mundo de "bonitismo" agotador. Y es que el mundo es imperfecto. Nosotros somos imperfectos. Nuestros viajes. Nuestros hijos. Nuestros maridos. Nuestras vidas. Todo es imperfecto. Y no pasa nada. Es que es así. Es así. Se nos está olvidando que eso es lo normal. 

Viajes imposibles, amigos que amas hasta la extenuación, parejas que darían la vida por ti, hijos vencedores, días de ensueño, noches de pasión. Vidas de espejismo. Agotador. Tiene que ser agotador. Yo en cambio, aquí estoy, nadando en la normalidad. Y con una lista inteminable de cosas pendientes por hacer.  Esto es lo que dio de sí ese bizcocho de Rocío. Ya me lo dice siempre mi madre: "Hija, es que tú te comes el coco de cojones". Qué razón tienen las madres. Pensamientos de un martes cualquiera, mientras un buen hombre me repara la humedad del techo, y mi casa huele a pedo de coliflor. Todo muy, muy, de verdad. 

Foto & Texto: Belén de Benito (17)
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