17
  • eldiecisiete
  • projects
  • cv
  • portfolio
  • blog
  • about
  • eldiecisiete
  • projects
  • cv
  • portfolio
  • blog
  • about

Nunca

12/27/2016

0 Comments

 
Picture



​“Sé que me voy a morir algún día y tengo miedo”. Te lo suelta así. Sin preaviso. Mientras tus manos sujetan un par de bolsas de plástico del supermercado. En un oscuro aparcamiento. Te lo suelta así. Cuando reúne el valor suficiente para hacerlo. Se lo dice a tu cogote, mientras él permanece detrás. Porque estos pensamientos incontrolados dan vértigo. Porque estas verdades absolutas, se sueltan mejor, como puñaladas por la espalda. Me giro y le miro. Y en sus ojos veo abismo. Del de verdad. Así que decido dejarlo todo en el suelo. Y le abrazo. Como sólo sabe abrazar una madre. Así. Ahí. Arropados bajo la oscuridad de las luces ya apagadas. Le abrazo.

Siempre he sido consciente de mi vulnerabilidad. Pero nunca estaré preparada para asumir la de mis hijos.

Nunca.

Hoy soy un año más vieja. Soy la misma que era ayer. Nada ha cambiado. Pero reseteo mi contador. Me voy a pasear por la playa. Y contemplo cómo se acaba el día. Un año más. Un año más que se fue, con la misma rapidez, con la que llegó. Y sus palabras me vienen a la cabeza. “Sé que me voy a morir algún día y tengo miedo”. Pensamientos incontrolados que le dan vértigo. Pensamientos incontrolados que me dan vértigo. Le veo correr por la arena. Le miro mientras juega. Ajeno a todo. Y sonrío. Sonrío. Por tener la suerte de tener un padre, que me ha enseñado a hablar de la muerte, con la misma naturalidad con la que hablo de la vida. Por tener un hijo que, a sus 11 años, es ya capaz de pensar que nuestro tiempo es limitado, que su tiempo es limitado. Y verbalizarlo. Y sonrío. Porque sólo comprendiendo, que un día ya no estará aquí, podrá valorar lo que vive.

Y se me acerca. Y le abrazo. Como sólo sabe abrazar una madre. Así. Ahí. Arropados bajo la oscuridad de la noche. Le abrazo.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

0 Comments

Algo falla

12/20/2016

0 Comments

 
Picture



​Lo comprendes cuando la fuerza y el carácter se van apaciguando. Domando. Cuando la guerrera que llevas dentro va abriendo los ojos. Cuando te haces mayor. Mayor para entender ciertas cosas que me intentaron vender. Y que, a mi edad, ya no compro.

Toda mi vida he crecido con el mismo rezo. Que la mujer está viviendo tiempos de igualdad. Toda mi vida. Y ahora ya, a mis años, mira, como que no. Me vais a perdonar, pero no.

Algo falla.

No me lo toméis como un reproche. No me lo toméis como una reivindicación. Para nada. Es un simple pensamiento de una persona observadora. Nada más. Una realidad que está ahí. En mi día a día. A mi alrededor.

Y no me pidáis que reconozca que hemos avanzado. No me pidáis que me sienta agradecida. Porque es como ir a repartir una chocolatina entre dos, que me den una onza a mí, el resto de tableta a otro y pedirme que me quede satisfecha, contenta. Y resulta que no sólo he de conformarme con lo que me toca, con mi limitada parte, es que además he de pensar que ese pequeño trozo es mucho. He de mostrarme triunfante, feliz. Porque constantemente me recuerdan que, hace años, no me daban chocolate.

Pues mira, a mi edad, como que no. Estoy ya mayor. Un poco más sabia. Un poco más vieja. Un poco desencantada. Un poco cansada.

Y no puedo remediar observar.

Observar. Cuando voy a los bancos y veo como las mujeres, en su mayoría, ocupan los puestos básicos. Y cuando voy subiendo de planta, cuando conozco la punta de la pirámide, todo son corbatas y americanas.

Observar. Cómo las mujeres siempre han trabajado detrás de los fogones, y ahora todos los méritos, todos los premios, son para ellos. Los grandes cocineros.

Observar. Cómo las mujeres se han dejado las manos y los ojos durante generaciones. Con patrones, diseñando, tejiendo, cosiendo y bordando. Y ahora casi todos los aplausos son para ellos. Los grandes diseñadores.

Observar las revistas de moda, de decoración. Da igual. Cualquiera. Y ver que casi todos los fotógrafos son hombres. Y si seguimos con los que han triunfado en el mundo de la fotografía, los consagrados, ya de esos, ni hablamos. Los festivales. Los premios. Plagados de nuevos talentos, de nuevas promesas. Todo igual. Encontrar un nombre femenino es como buscar una aguja en un pajar. No es imposible, pero es bastante improbable.

Observar. El mundo del arte. Los grandes museos modernos. Con artistas vivos. Hoy mismo. Entrar y contar. Masculino. Femenino. No os sorprenderéis.

Observar. Sin más. Política. Empresa. Poder en general. Da igual. Observar.

​Y aunque a mí me ha ido bien, aunque, personalmente, me sienta valorada como profesional, no puedo evitar pensar que, quizás, sólo quizás, me he vuelto conformista. Sin ser consciente. Arrastrándome por la marea del agotamiento. Y no puedo dejar de lado la empatía. No puedo dejar de pensar en todo lo que veo a mi alrededor. En todas aquellas que han estado, están y estarán, ocultas en la sombra. Aunque busquen la luz. No puedo dejar de pensar que el camino de las mujeres parece estar plagado de curvas interminables que parecen llevar a ninguna parte. Es irremediable no pensar, que algo falla. Algo falla.


Observar. A mi madre. Trabajadora incansable. Matriarca. Empresaria. Luchadora. Mente brillante. Indispensable. Para todos. Para todo. Y siempre, detrás del telón. Va por ti. Va por todas aquellas que recibieron, reciben y recibirán, una triste y solitaria onza de chocolate. Algo falla.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

0 Comments

Búscate un zorro

12/13/2016

1 Comment

 
Picture




Hay momentos en la vida determinantes. Momentos de tránsito. De dudas constantes. Hago. No hago. Nadie dijo que esto de vivir fuera sencillo.

Lo mejor para solucionarlo, es buscarte alguien sincero. Honesto. Alguien que te aconseje bien. No, no te creas que es fácil. No te creas que abundan muchos de esos. Me refiero a los que te dicen la verdad de una forma objetiva. Esos que te miran a los ojos y te dicen lo que hay. Esos que no se andan por las ramas. Esos que incomodan. Porque lo que nos gusta, para que nos vamos a engañar, es recibir halagos y buenas palabras. Confirmaciones de que lo que hacemos es lo correcto. Pero lo mejor, lo que verdaderamente nos ayudará, será la sinceridad. Los mejores compañeros de viaje son, sin duda, los que te abren los ojos. Sí. Esos.

Esos a los que mandarías directamente a la mierda cuando te sueltan la mayor de las verdades. Así. A bocajarro. Sin anestesia. Sin buenas palabras edulcoradas. A mí dame de esos. Ahora que voy haciéndome vieja. Ahora que voy dejando las inseguridades en los surcos de mis arrugas. Ahora que estoy preparada. Dame de esos.

Dame sal. Dame tequila. Dame limón. Que me despierte. No quiero perder el tiempo. No quiero escuchar lo que quiero escuchar. Porque lo encuentro aburrido. Quiero escuchar lo que no quiero escuchar. Lo que hay. Quiero escuchar la realidad. Que es lo que me hace crecer. Lo que me hace aprender. Lo que me hace avanzar.

Dame alguien que hable mi mismo idioma. Dame alguien que me haga reaccionar. Que me levante de mi rutina. Que me despierte. Que me haga moverme. Que me haga salir a buscar.

Y no lo dudes. Porque moviéndote por el impulso del honesto que te empuja, siempre pasará algo realmente interesante. Aunque escucharle sea el camino más complicado. Aunque te de pereza abrir los ojos. Porque la verdad es, con frecuencia, molesta. La verdad escuece. No nos engañemos.

Y no lo dudes.  Porque un día, moviéndote por el impulso del sincero, levantarás  el culo de tu rutina. Un día conducirás durante horas. Sin rumbo fijo. Y le encontrarás.  Y no pudiendo creer lo que estás viendo, pararás el coche, y te bajarás. Y allí estará él. Esperándote. Un zorro que te mira desde unos maizales. Y te sentarás con respeto sobre la hierba. A escasos 5 metros de su hocico. Y lejos de alejarse, el astuto animal se quedará. Y te mirará. Y mientras vives ese instante único, pensarás en el zorro que te hizo encontrar un zorro. Y te sentirás agradecido. Y comprenderás. Comprenderás.

Así que no, no lo dudes. Búscate un zorro. Que te mire a los ojos. Que te hable con sinceridad. En su mirada encontrarás tu reflejo, en su mirada encontrarás tu verdad.

​Texto & Foto: Belén de Benito (17)

1 Comment

Invisibles

12/6/2016

0 Comments

 
Picture



César fue, sin saberlo, un engranaje imprescindible en mi vida. Él era un hombre mayor. Menudo. Siempre con su boina y con su dalle. Yo era una niña de siete años, desdentada y gritona. Una pareja peculiar la nuestra. Una pequeña mocosa y un anciano. Invisibles para el resto del mundo.

Él hablaba poco, pero con fundamento. Yo hablaba demasiado, pero sin sustancia. Nos complementábamos. Él me escuchó cuando nadie lo hacía. Me miró. Me habló sin palabras. Me dejó estar. Me dejó ser. Me invitó a compartir sus rutinas en un pueblo en el que apenas había niños. Siempre con una sonrisa en la boca. Siempre regalándome su tiempo, su espacio. César me enseñó a estar en silencio. A observar lo que había a mi alrededor. Me enseñó que mirar, no es lo mismo que ver.

Un día, mientras estábamos en un bosque rodeados de eucaliptos, un corzo cruzó tranquilamente. “Mira, es un corzo. El corzo es invisible para la mayoría de la gente. Sólo el que sabe mirar tranquilo, es capaz de disfrutar de su presencia. Sólo un invisible es capaz de ver a otro invisible”.

César me enseñó a usar el dalle, a saltar un pastor eléctrico, a no tener miedo a los cementerios, a recoger el maíz, a montar encima de una yegua sintiendo su piel, sin estribos, sin bocal, sin montura. Con él contemplé infinidad de atardeceres, bailé bajo la lluvia hasta calarme los huesos, ordeñé vacas, asé castañas al calor de la lumbre, quemé rastrojos, perseguí mariposas, cacé grillos, cuidé gorriones y ratones, y saqué topos de sus madrigueras.

Hace poco hice esta foto de un corzo. Me acordé de César. De aquel día en el bosque. Y pensé que parte de como soy ahora, se lo debo a él. Y pensé en todos aquellos adultos que me saludaban cuando era niña. Que me hablaban. Que me sonreían. Que me escuchaban. Eran pocos. Por eso me acuerdo. De todos y cada uno de ellos. César, Polonia, Benita, Jesús, Paco, Luis, Marta, Lola…

Personas que te arropan, que te valoran, que te quieren, que afianzan tus cimientos, que tatúan tu infancia de buenos recuerdos. Personas que son capaces de sentarse en un bosque, mirar a un corzo, y disfrutar. Personas que son capaces de sentarse en una silla, mirar a un niño, y disfrutar. Invisibles.

De vez en cuando me olvido y hablo de los niños en tercera persona, como si yo hubiera nacido adulta, ya aprendida, ya enseñada, horrorosamente perfecta, horriblemente encorsetada. Como si nunca hubiera jugado, saltado, actuado de forma incontrolada. Como si nunca hubiera sido “cachorro de nada”.

De vez en cuando me olvido y hablo de la gente mayor en tercera persona, alejada, ajena, desvinculada. Como si estuviera a salvo de arrugarme, de envejecer, de morir. Así que vuelvo atrás y recuerdo. Y vuelvo a aquel bosque con César y el corzo. Y recuerdo que en la mirada de los niños está nuestro origen, y que en la mirada de los ancianos está nuestro destino. El que no sepa verlo, es que no sabe mirar. Es que nunca fue invisible, y que nunca lo será. Es que no sabe de dónde viene, ni a dónde va.

Texto & Foto: Belén de Benito (17)

0 Comments

    Author

    Belén de Benito
    eldiecisiete

    RSS Feed

    Archives

    April 2018
    February 2018
    January 2018
    December 2017
    November 2017
    October 2017
    September 2017
    August 2017
    July 2017
    June 2017
    May 2017
    April 2017
    March 2017
    February 2017
    January 2017
    December 2016
    November 2016
    October 2016
    March 2014

 © Belén de Benito 
Todas las imágenes y textos que aparecen en este sitio web son propiedad de Belén de Benito 
All the images and texts included in this website are property of Belén de Benito