Hay gente que tiene algo especial. Cada uno lo llama a su manera, unos dirán alma, otros estrella, otros aura. Lo cierto es que hay personas que desprenden una luz distinta, que te atrapa, que para el tiempo con su presencia. Es algo que no se compra, que no se vende, que no se pretende. Se tiene, o no se tiene. Y la cámara eso lo capta. La cámara no se deja engañar, ni engaña. Vi esa luz hace unos días en Sevilla, era camarero. Foto & Texto: Belén de Benito (17)
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Si alguien me ha quitado las verguenzas en la vida ha sido él. Me refiero a esas verguenzas tontas que tenemos en la vida. A decir las cosas, las buenas, y las malas. A expresar con total libertad mis sentimientos y mis ideas . A contestar un “no lo sé” a una pregunta sin complejos. A disfrazarme. A vestirme como me diera la gana. A llevar el pelo como quisiera. A decir no cuando quiero decir no, y que eso no me supusiera ningún problema. A buscarme ante el espejo y aceptarme. A mirar siempre a los ojos. A reirme de mis problemas, de mis circunstancias, de mis penas, de mis tristezas, del concepto de la vida, y de la muerte, de mi misma. El otro día buscando una foto para “Rojo” de Cuestionarte, decidí dejar de buscar, y crearla con él. Me metí su nariz roja de payaso en el bolsillo y fuí a su encuentro. Paró todo lo que estaba haciendo, se cubrió de blanco y disfrutó como un niño, como lo que ha sido, es, y será siempre. Sin complejos, sin miedos absurdos, sin verguenzas. Hace poco, un buen amigo me preguntó con cierta curiosidad: “¿No te da verguenza expresar tus sentimientos de una forma tan abierta?". Mi respuesta fue inmediata: “Me daría verguenza no hacerlo”. A todos los que esta semana me habéis preguntado por el significado de esta foto, que habéis sido muchos, este es el significado. Ante vosotros un hombre que sabe reirse de si mismo y mostrarlo sin pudor. Ojalá yo llegue a ser así algún día. Debe ser una liberación tan grande. Gracias padre por ser tan, tan, tan inmenso, y compartir mis locuras. Te quiero. Foto & Texto: Belén de Benito (17) Mi padre me llevaba siempre al colegio. Me dejaba en la misma puerta donde estaban todos mis compañeros. No tenía porque hacerlo, pero lo hacía. Cuando cumplí 13 años decidí que eso no "molaba" nada. Me daba hasta verguenza. Con mi mentalidad hormonada razoné, curiosamente, que lo bueno era llegar andando. Cosas incomprensibles de esas edades. No busquemos razones. No las hay. Asñi que, con la chulería típica de esa edad, preparé una historia para conseguir ir en coche, que era lo cómodo, pero no parecer que llegaba en coche. Será fácil, pensé. “Papá, mira, que no te quiero hacer entrar en el cole, que hay siempre mucho atasco, mira, déjame ahí arriba, en la esquina de la calle, ¿vale?” . Mi padre me miró y sonrió sin enseñar los dientes. Y zanjó mi pregunta con un escueto “Vale, lo que tú quieras cariño”. Jaque mate, pensé. Al día siguiente le estaba esperando a la salida del garaje para que me llevara. Vi salir una furgoneta destartalada azul añil, con un enorme rótulo amarillo que rezaba “Papel Higiénico”. Era mi padre. Esta vez sonreía enseñando todos y cada uno de sus dientes. Bajó la ventanilla y dijo: “Tengo el coche arreglando, ¡pero mira qué suerte que me han dejado "ésto" para llevarte!”. Estaba claro que estaba disfrutando. Abrí la puerta y no tenía asiento. Era una furgoneta de carga. “Siéntate como puedas, encima de los cartones, que el suelo mancha, cariño”. Me quedé en cuclillas para no mancharme. Desde la ventanilla parecería que iba sentada, pensé. Antes de arrancar, durante el trayecto, y cuando estábamos llegando, repetí compulsivamente: “Recuerda dejarme en la esquina, que hay atasco”. Él no hablaba, seguía sonriendo, con sus dientes reluciendo como nunca. Y en ese momento lo supe, supe que me no dejaría en la esquina, supe que no tenía el coche arreglando, y supe también, que esa cochambrosa furgoneta había sido seleccionada escrupulosamente. Y que esa sonrisa hablaba sin abrir la boca. Así que me dejó en la misma puerta del cole, y se bajó con su impecable traje para abrirme la chirriante puerta, porque yo era incapaz de hacerlo. Mi cuerpo en cuclillas quedó entonces visible justo bajo ese horrible rezo de “Papel Higiénico”. Todos me miraron. Él saludó a toda la gente allí reunida con un “¡Hola Chicos!” bien alto, por si no nos hubieran visto todavía. Todos le saludaron. Inconcebiblemente uno se acercó para decirme: “Cómo mola tu padre”. Mientras subía la escalera oí tu despedida a claxonazos “pipiripipipiiipiiiiiiii”. Miré y te vi saludando por la ventana con la mano, sonriendo ampliamente. Ahora sí, pringada, ahora sí. Jaque mate. Y todos los complejos se me quitaron de golpe. Gracias padre, por enseñarme tanto. Foto & Texto: Belén de Benito (17) |
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April 2018
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